MIKEL ERDOZAIN, BRAZADAS HACIA EL SUEÑO PARALÍMPICO DE PARÍS

Jesús Ortiz

Cada vez que Mikel Erdozain se lanzaba al agua, la falta de flotabilidad por la parálisis cerebral que tiene lo arrastraba irremediablemente al fondo de la piscina. Natalia Folgado, su descubridora y entrenadora, lo pescaba una y otra vez. Hubo quienes pensaron que jamás lo haría solo. Ellos nunca claudicaron. Costó un par de años y toneladas de paciencia, esfuerzo y fe, pero aquel joven rebosante de vitalidad, positivo y de carácter combativo no solo flotó, sino que aprendió a nadar y ya nadie frenaría su ímpetu. Pese a su bisoñez, a sus 20 años se ha colado en la élite internacional de la natación y le ha llegado un premio imprevisto, el billete para los Juegos Paralímpicos de París.

“Todavía no me lo creo, ha sido un subidón. Estoy muy agradecido a los que están apostando por mí”, recalca. En poco tiempo ha pasado de ir ataviado con chaleco y sujetado por un par de manos ajenas para no hundirse, a estar entre los mejores en la cita magna. “Cuando las cosas cuestan tanto en conseguirse, la satisfacción es enorme. Por no hablar de la libertad que siento nadando sin necesidad de llevar manguitos o de los beneficios tanto físicos como psicológicos que me aporta. La natación me ha ayudado a desarrollar musculatura y a mejorar la postura de la espalda”, apunta.

Nació en Leioa (Vizcaya) con tetraparesia espástica distónica y discinesia -movimientos involuntarios de las extremidades, el tronco o la cara- como consecuencia de la falta de oxígeno durante el parto por una vuelta de cordón umbilical. “Tengo un 75% de discapacidad, con problemas para mantener el equilibrio. Cualquier actividad cotidiana me supone más esfuerzo, como vestirme, ducharme, comer, hablar o estudiar. Sin embargo, soy bastante autónomo, voy lento, pero seguro”, explica.

Aquello no le paralizó, sus ojos siempre proyectaron sed de aventura. Se impuso metas cercanas y cada pequeño logro actuaba en su ánimo como un aliciente. Se desplazaba en silla de ruedas, aunque por casa lo hacía de rodillas, de la misma guisa con la que se situaba bajo palos para jugar al fútbol de portero con sus amigos. “Durante la niñez sufrí todo tipo de instrumentos de tortura -ríe- como el bipedestador, los lechos posturales o las férulas. A los 11 años me hicieron una operación de fibrotomía, que junto a las sesiones de fisioterapia, me ayudaron a tener una mejor marcha y equilibrio. Empecé a caminar por el hogar sujetándome a lo que encontraba a mi alrededor, a costa de pegarme tortas. Ahora me muevo con andador, pero para largas distancias utilizo una silla eléctrica”, relata.

El deporte ha jugado un papel clave en su rehabilitación. Practicó tenis de mesa, escalada en rocódromos, fue campeón de Euskadi por equipos en ajedrez y surfea en la playa de Sopelana con el Club Peña Txuri. “Fui un niño bastante feliz, sonriente y siempre lleno de heridas -ríe-. Sigo disfrutando mucho de mis veranos en Sangüesa (Navarra), de los baños en el río y en el pantano. Mis amigos maquinaban estrategias para que nunca me quedara atrás. Si iban en piragua o se tiraban desde lo alto de la presa, yo también lo hacía, ante la mirada aterrorizada de mis padres. Incluso me montaban en la parte trasera de sus bicicletas”, cuenta.

En su etapa escolar sí lo tuvo más complicado, estudiar fue duro porque necesitaba dedicarle más tiempo que los demás para realizar cualquier tarea y mantener el ritmo del resto. “Como tengo dificultades en el habla, las exposiciones orales eran para mí una pesadilla. Sin embargo, tengo buenos recuerdos de mi colegio Claret Askartza. Mis compañeros, aunque no me integraron en sus cuadrillas, me trataron con cariño. Y la mayoría de profesores me apoyaron y se preocuparon de que pudiera participar en todas las actividades. Por ejemplo, cuando todavía no podía andar, el profesor de gimnasia organizó una carrera de rodillas en la que conseguí machacar a mis contrincantes”, dice riendo. El año pasado terminó el Grado Superior de Administración y Documentación Sanitaria y ahora está preparándose unas oposiciones.

Pero su gran pasión es el deporte. El vasco ha compaginado la natación con la boccia, modalidad en la que comenzó a despuntar en el club Haszten. Participó en 2022 en los Juegos Europeos de la Juventud en Pajulahti (Finlandia), ganó el oro en 2019 y la plata en 2022 en el Campeonato de España para jóvenes, y en 2023 quedó en el Top 4 nacional en categoría BC2 a nivel absoluto. “Disfruto un montón practicándola, exige habilidad, estrategia y plena concentración, te mantiene en tensión porque hasta la última bola nunca puedes estar seguro de lo que va a pasar. No me cogieron para la selección española y en la natación sí, así que tuve que elegir”, comenta.

En la piscina le dieron la oportunidad de competir internacionalmente. Eso sí, los inicios no fueron nada halagüeños. En 2017 Natalia Folgado formó un equipo con personas con parálisis cerebral en la Deportiva Náutica Portugalete, pero tras la pandemia de la Covid-19 no les dejaron seguir con la sección adaptada y crearon el club Erandio Baitan. “Mientras todos aprendían a nadar, yo ni siquiera me mantenía a flote. Pero no me desanimo fácilmente y sé que, aunque me cueste más, al final suelo lograr las cosas”, asegura.

“Es un chico muy persistente, con ganas de innovar y de aprender, no le tiene miedo a nada y jamás arroja la toalla. Empezamos en una piscina en la que hacía pie, situándome detrás para agarrarle porque se hundía, y tardamos casi un par de años en dar el salto a la grande. Pese a que sus avances son más lentos, tiene margen de crecimiento y con trabajo y experiencia podrá llegar lejos. Su progresión ha sido espectacular, en poco tiempo ha pasado de no flotar ni nadar a hacer récords de España, a ir a un Europeo y ahora a unos Juegos”, detalla su entrenadora.

Para fomentar la participación de nadadores de las clases más bajas que engloba a discapacidades más severas -él está en la S2-, el Comité Paralímpico Internacional le concedió una invitación para el Campeonato de Europa de Madeira (Portugal) en abril y también para la cita paralímpica de este verano. En la capital francesa nadará las pruebas de 50 espalda, 100 espalda y 200 libre. “No me había imaginado llegar hasta aquí. Ir a los Juegos es un orgullo, una recompensa a tantos años de sacrificio y supone un acicate para seguir esforzándome y alcanzar nuevos retos. Soy consciente de que todavía me falta mucho y de que mis registros están muy por debajo de los mejores, así que, en París me conformaría con batir mis propias marcas y coger experiencia para futuras competiciones”, añade Mikel Erdozain, quien, lejos de hundirse, ahora vuela hacia el sueño paralímpico.

1 comentario en “MIKEL ERDOZAIN, BRAZADAS HACIA EL SUEÑO PARALÍMPICO DE PARÍS”

  1. Realizáis un trabajo impresionante con estos chicos , espero que así sea y que la federación española invierta como en otros países el mismo dinero para los para olímpicos que para los olímpicos, seguir y gracias.orgulloso de mi sobrino mikel

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